"Muchas personas cuentan su vida en viajes, lugares,
personas, amigos, mujeres, hombres, enemigos, olores, sabores, amores y
desamores; yo cuento la mía en música."
Entre todos los
diferentes artes, el de la música ha sido considerado especialmente divino,
ello se debe a que es la miniatura exacta de la ley que funciona a través de
todo el universo. Por ejemplo, si nos estudiamos a nosotros mismos, encontramos
que los latidos y el pulso del corazón, la inhalación y exhalación de la respiración,
todo ello es resultado de un ritmo. La vida depende del funcionamiento rítmico
de todo el mecanismo del cuerpo. La respiración se manifiesta como voz, como
palabra, como sonido; y el sonido es continuamente audible, tanto el interior
como el exterior. Eso es la música; y ello nos enseña que la música existe
tanto dentro como fuera de nosotros.
Para Nietzsche. La
música expresa, más que cualquier otro arte, la realidad de la voluntad de
poder, ella es aún trágica y melancólica, el fondo de toda vida, pero también
un «estimulante de la vida». para mí, todo tiene música en la vida y cada
momento, cada persona, cada lugar, tiene su propia melodía. Sólo hay que
escuchar, prestar atención y hacer un poco de silencio y, como de forma mágica,
poco a poco irá apareciendo el sonido. Al principio es un sonido muy leve, como
lejano, pero enseguida el murmullo se convierte en sonido claramente audible y
el ritmo se apodera de toda la cabeza.
Con la música pones
aquellas imágenes que tú quieres y produces tal cantidad de sustancias químicas
que eres capaz de degustar tantas emociones como somos capaces de disfrutar o
de padecer.
Todos deberíamos probar
a escucharla, a comprobar como el camión urbano suena como una sinfonía de
Cristobal Halfter,o como los golpeos al teclado de las computadoras en la
oficina suenan realmente como la batería de Gavin Harrison, que al tomar la
mano de tu pareja escuchas a Silvio o a Aute en el aire, que un domingo soleado
suena a las melodías de Jaime López o José Cruz, que un viernes a las once de
la noche Mark Sandman y Danna Calley se refugian en tu mente, que la melancolía
suena a ritmo de blues y el violín tiene la fuerza del que sabe su propio
destino. Detente un segundo en la plazuela Obregón y escucharás música de King
Crimson en las campanadas de cátedral, escucharás la voz de Adrian Belew en las
personas que ahí pasan, en los vagabundos que duermen en las banquetas y si lo
que realmente quieres es saber de qué trata la poesía y la música, vete a los
bares más inhóspitos de la ciudad, quizá ahí encontrarás sentado en alguna
esquina a Bukowski compartiendo tragos con Silvestre Revueltas.
Era
el verano del 2003 cuando visité a mi amigo Pedro Cervantes en su casa; al
llegar, observé una especie de reunión solemne de él y otros amigos en torno al televisor, desde que me disponía a
entrar a la residencia escuché a lo lejos el sonido de un bajo estridente,
guitarras armoniosas, loops, sintetizadores y una batería que colocaba a su
vez, ritmos sincopados y claros. Visualmente apareció un tipo calvo con una
especie de barba de “candado”, vestido totalmente de negro y cantando dentro de
una esfera transparente, gigantesca y luminosa que rebotaba al compás de la música; ¿ de quién se trataba ese
personaje?, ni más ni menos que de Peter Gabriel.
Conocí por vez primera el trabajo de Gabriel,
cuando siendo yo todavía un niño, mi padre me puso un cassete del álbum Foxtrot de Genesis, álbum que me mostró a una banda
con complejidad musical y literaria que llevó a la creación de ese gran himno
llamado: Supper´s Ready (considerada por
muchos como uno de los grandes himnos del rock).
Pero
fue hasta el 2003 cuando conocí el
trabajo como solista de Peter Gabriel (Growing
Up) y comencé a buscar como loco los discos anteriores, el primero que encontré
fue la banda sonora de la película The Last Temptation of Christ (dirigida
por el maestro Martin Scorssese) en donde experimentaba con el Drum-Machine la combinación de elementos
étnicos y del Rock; después descubrí, que en sus primeros discos como solista
se rehusó a darle un titulo a dichos álbumes, por lo que optó por utilizar su
propio nombre para nombrarlos.
El
diseño del arte de sus discos fueron creados por los maestros de Hipgnosis ( un colectivo caracterizado
por la creación de las portadas de los discos de Pink Floyd, Led Zeppelin,
Genesis, entre otros.) en donde se
mostraba la cara de Gabriel tapada o parcialmente oscurecida por alguna forma,
usualmente los álbums son diferenciados por el orden de salida (I, II, III,
IV) o por sus portadas, como: Car (automóvil), Scracht (Rayón) , Melt
(Derretido) y Mask (máscara).
La
característica primordial de la obra de Peter
Gabriel recae en su capacidad para reinventarse y superar la calidad de cada
uno de sus discos, también vale la pena mencionar la enorme “ayuda” que recibe
de sus músicos invitados, entre los que destacan: Tony Levin y David Rose.
En
octubre de este mismo año salió a la venta su álbum más reciente titulado New Blood que es el acompañante perfecto
a su anterior trabajo Scratch My Back del
año pasado, si en aquel disco escogía temas ajenos a los que aplicaba unos
arreglos orquestales desprovistos de toda parafernalia rock (Sin baterías, sin
guitarras) en esta ocasión vuelve la mirada a su propio pasado y aplica la
misma medicina a varios temas de su carrera en solitario.
Peter Gabriel será recordado no sólo por su música,
sino por esa enorme capacidad de sorprender a quienes lo escuchamos a diario y
eso, queridos lectores, es de agradecerse siempre.
1. The Rythm Of The Heat 5:41
2. Downside Up 3:52
3. San Jacinto 6:58
4. Intruder 5:07
5. Wallflower 6:25
6. In Your Eyes 7:13
7. Mercy Street 5:59
8. Red Rain 5:16
9. Darkness 6:10
10. Don't Give Up 6:40
11. Digging In The Dirt 4:57
12. The Nest That Sailed The Sky 3:54
13. A Quiet Moment 4:48
14. Solsbury Hill 4:35
Disc 2
1. The Rythm Of The Heat (Instrumental) 5:41
2. Downside Up (Instrumental) 3:52
3. San Jacinto (Instrumental) 7:12
4. Intruder (Instrumental) 5:06
5. Wallflower (Instrumental) 6:24
6. In Your Eyes (Instrumental) 7:13
7. Mercy Street (Instrumental) 6:00
8. Red Rain (Instrumental) 5:16
9. Darkness (Instrumental) 6:10
10. Don't Give Up (Instrumental) 6:40
11. Digging In The Dirt (Instrumental) 4:58
12. The Nest That Sailed The Sky (Instrumental) 3:54
13. Blood Of Eden (Bonus Track) 6:05
Zappa es un personaje con una obra tan interesante y tan
amplia que no es necesario esperar a una efeméride (cumpleaños o fallecimiento)
como para escribir acerca de él, o para ponerse a escucharlo.
Más allá de la música, su influencia es grande y poderosa, ya que él fue en
vida un personaje trasgresor, provocador y letalmente inteligente, que no dudó
en ironizar y poner en entredicho las abundantes contradicciones y absurdos de
la sociedad contemporánea. Alguna vez se le calificó como “el más grande grano
en la limpia piel americana”, y estaba feliz de serlo. Por ejemplo, en la
década de los ochenta, se le pudo ver asumiendo la defensa de la libertad de
expresión, cuando se planteó, a nivel del Congreso norteamericano, el tema de
censurar las letras de los discos de rock. Frank Zappa asumió la vocería de los
rockeros en las sesiones donde se analizó el tema, y descargó su implacable
sátira sobre los represores. Incluso, más adelante, utilizó grabaciones de
dichos debates en algunos de sus discos.
Musicalmente, Zappa siempre quiso estar “en algún lugar” entre lo popular y la
llamada música docta. De tal manera, aceptaba influencias que iban desde el
blues y el R&B, hasta compositores de la talla de Varese, Stravinski y
Boulez. Con éste último incluso grabó un disco (The Perfect Stranger). Trabajó
intensamente por elevar el nivel de la ejecución propia y de sus músicos,
exigiendo lo mejor de cada uno y privilegiando a aquellos de mejor desempeño
profesional y técnico, siempre con una tremenda dosis de sentido del humor.
Evidentemente, en este apretado resumen se quedan afuera muchos y muy
importantes aspectos de su obra. Es que es muy difícil poder en poco espacio
dar cuenta del total de su producción. Van, entonces, las disculpas.
Ahora bien, si la idea es lograr que Zappa se les aparezca a todos, recomiendo
que sea en audífonos o parlantes. Es difícil decidirse por un disco en especial
para oír. Son más de cincuenta, y hay tal variedad que sería complicado decir “este
es el definitivo”. Quizás un buen intento es con el disco en vivo The Best Band
You Never Heard In Your Life, de abril de 1991 donde hay un poco de todo lo
mencionado antes: mucha música, humor y acidez crítica. Especialmente notable
es la versión ska de Stairway To Heaven, con el solo final de guitarra
ejecutado con precisión matemática por la sección de vientos. Allí se le
aparece a uno Frank Zappa en pleno, de pie, muy iluminado por los focos,
muriendo de la risa mientras el público grita y aplaude a rabiar, pidiendo
otra, otra más.
Iniciaba la década de los noventa y en méxico la escena del rock nacional
comenzaba a asentarse luego de haber terminado los ochenta en pleno apogeo,
resurgiendo a punta de esfuerzos individuales, recuperación de tradiciones y
talento desperdigado. Este boom produjo una camada de bandas que, dos
décadas después, siguen ocupando un lugar preponderante en el candelero musical
mexicano.
Santa Sabina se formó como las viejas bandas de rock lo hacían: los cuatro
miembros se conocieron mientras estudiaban en la universidad. Rita llegaba de
Guadalajara para formarse como actriz, mientras Poncho, Pablo y Jacobo ya
tocaban en una banda de jazz a la que nombraron Los Psicotrópicos. Sus caminos
se juntaron cuando los cuatro trabajaron juntos en la obra “Amerika”, basada en
el libro de Franz Kafka. Más adelante, con las ganas de formar un proyecto que
fuera exclusivamente de ellos, nace Santa Sabina, una banda que en el nombre
homenajea a María Sabina, famosa curandera de Oaxaca. Así como para María
Sabina los hongos eran algo sagrado, lo mismo era para Santa Sabina componer
buena música.
Pocas son las bandas que hacen honor a su nombre, y Santa Sabina es uno de
esos casos. Tal vez fue coincidencia, tal vez no, o tal vez el espíritu de
María Sabina se quedó resguardando a la agrupación mexicana muchos años. La
música de Santa Sabina se caracteriza por unir varios elementos como ritmos
jazzísticos y urbanos, letras fantásticas y presentaciones muy histriónicas
para lograr un concepto cuyo misticismo, siempre fue la cara principal. La
poderosa voz de Rita atrapó a millones de oídos jóvenes que quedaron impactados
por las tonalidades casi operísticas que incorporaba al rock.
Y así la música de Santa Sabina llegó a miles de oídos y a
varias generaciones de jóvenes que buscaban música con sustancia. Incansables
en el estudio y en los escenarios, la música de Santa Sabina sufrió un alto
total y demasiado en seco cuando Rita Guerrero falleció el 11 de marzo de este
año a causa del cáncer. En el festival Vive Latino que se llevó a cabo en
abril, varios músicos que conocieron y admiraban a Rita le rindieron tributos a
ella y, por consecuencia a Santa Sabina. Dejando al público en claro que ésta
fue una de las pérdidas más grandes que el rock nacional ha experimentado.
Pocos, escasísimos artistas han forjado su carrera a base de la creación de propuestas sónicas vanguardistas y con una calidad excepcional en cada una de sus presentaciones, me refiero a un músico con más de 30 años de trayectoria artística, que sorprende por su capacidad para enrolarse en proyectos de apariencias diferentes. No hace distinciones entre los tipos de música, sino que establece vasos comunicantes entre el pop comercial y el rock experimental, entre la acústica y la electrónica, entre el empleo normado de la guitarra y su reverso; su nombre, Adrian Belew.
Su primer trabajo de relevancia lo hizo formando parte de la banda de Frank Zappa para el álbum Sheik yerbouti (1979), y acto seguido fue convocado, en rápida sucesión, por David Bowie y Talking Heads: lo más parecido a una entrada por la puerta ancha en los ámbitos musicales de ese período. Si Zappa lo acercó al minucioso rigor interpretativo, con el cantante inglés conoció los secretos de un pop que ensayaba fórmulas de reanimación, mientras la tropa de David Byrne enriqueció su lado lúdico y visceral. De todos modos, el gran salto vino en 1982 al integrar King Crimson, colectivo con el que ha permanecido en sus múltiples reformaciones desde entonces.
Sin desmeritar sus aportes a otros contextos, la labor de Belew en King Crimson reviste singular importancia. Suyo es ese refrescante toque melódico que contrasta con las opresivas atmósferas instrumentales de la banda, a la vez que inyecta dosis de humor en una música que parece regodearse en la claustrofobia. Con el líder Robert Fripp comparte las guitarras, y marca un estilo desarrollado hasta sus más radicales consecuencias en una discografía en constante regeneración. Se trata de guitarristas con personalidades diferentes, donde a Belew le toca subrayar, tal vez, el carácter menos férreo de la música. Tapices sonoros diseñados sobre patrones repetitivos, figuras melódicas complejas y una exuberancia armónica, que aún reserva espacios para las intervenciones individuales. Cada una de las permutaciones del colectivo (incluyendo los temporales ProjeKcts) ha derivado hacia terrenos nuevos, incentivando una búsqueda que toma la complejidad (musical, estética) por bandera. King Crimson es la plataforma donde Belew pone a punto algunas de sus ideas, sobre todo aquellas que exigen interpretar música con crecientes niveles de dificultad. Alternar con instrumentistas como Bill Bruford, Tony Levin, Pat Mastelotto y Trey Gunn le permite medirse en situaciones extremas, en las que, no obstante, sobresale ese rasgo melódico en piezas (“One time”, “Matte Kudasai”) donde su mano se torna notable.
Como autor de canciones tiene una deuda enorme con el mejor pop de los sesenta y en particular con los Beatles. “Walking on air”, “Everything” y “Big blue sun” muestran la decidida influencia que el cuarteto de Liverpool ha ejercido en su obra. Afirma que aprendió tomando como punto de partida ese legado en casi todos los aspectos de la creación musical, desde el proceso de composición hasta la manera de producir los discos. Como nota curiosa hay que apuntar que en su discografía personal aparecen versiones a temas de Beatles, además de estrenar en un concierto de King Crimson la pieza “Free as a bird” justo el día antes de que la famosa Antología de los Beatles saliera al mercado, usando como referente la versión original de Lennon cantando al piano, sin el texto añadido posteriormente por McCartney.
Si tuviera que señalar sus principales atributos como creador, citaría sus combinaciones de humor y rigor, la facilidad para abordar los materiales más extremos, la permanente búsqueda instrumental, su interés por involucrarse en aventuras de apariencia imposible como incentivo para la imaginación, su voz tan peculiar, y ese rejuego textual que conduce del sinsentido zoofílico presente en “Elephant talk”, a su tributo a las víctimas del 11 de septiembre en la canción “Asleep”, la crítica social de “The war in the Gulf between us”, o cuestionamientos de índole personal en “Dinosaur”. Su guitarra es frenética, apasionada, mutante, indisciplinada, sorpresiva, provocadora y dulce: todo a la vez. Le modifica la afinación, emplea distorsionadores, la conjuga con loops, la procesa con múltiples recursos, y también la utiliza en plan acústico, en esa desnudez que es sinónimo de belleza.
Bajo su nombre ha publicado casi una veintena de discos, comenzando con Lone rhino (1982). Entre los más recomendables, aunque muy diferentes unos de otros en la mayoría de las ocasiones, mencionaría a Twang bar king (1983), Mr. Music Head (1989), el imprescindible Inner revolution (1992), Op zop too wah (que en 1996 marcó un primer esfuerzo de responsabilidad totalmente individual), The acoustic Adrian Belew (1993) y su continuación Belewprints (1998), y Side One (2005), a trío con el bajista Les Claypool (Primus) y el baterista Danny Carey (Tool). Sin embargo, una obra como Guitar as orchestra (1995) merece una explicación adicional. Grabada en su estudio casero, nos enfrenta a la pasmosa reproducción, desde la guitarra (como su título lo indica) de la sonoridad propia de una orquesta sinfónica, para un resultado que remite a partituras de la llamada “música contemporánea”. Hay piezas surgidas a partir de improvisaciones, otras llevaron modificaciones posteriores: todas destacan las posibilidades del sistema MIDI, mediante el cual escuchamos sonidos de cuerdas, maderas, metales, piano y hasta percusiones, interpretados con una guitarra eléctrica a través de la tecnología digital.
La música para Adrian Belew es una equilibrada proporción de esfuerzo, diversión y disciplina. Le gusta forzar situaciones hasta alcanzar cierto límite, tras lo cual cambia de dirección; la música lo guía, y rara vez se extravía en atajos sin salida. Mantiene una relación estrecha con la tecnología; usándola con profusión, pero apartándose de ella a cada rato. Del proceso creativo le interesa la inmediatez. No se estanca en un método, y su recurso central es probar todo lo que pasa por su cabeza. Vive y respira por y para la música. Como solista, en King Crimson, o en sus constantes colaboraciones paralelas, Belew hace lo que se espera de un creador comprometido: poner lo mejor de su credo y su talento, cual antídoto de supervivencia en tiempos inciertos para las músicas populares.