jueves, 17 de noviembre de 2011

La Música en mi vida.




"Muchas personas cuentan su vida en viajes, lugares, personas, amigos, mujeres, hombres, enemigos, olores, sabores, amores y desamores; yo cuento la mía en música."
Entre todos los diferentes artes, el de la música ha sido considerado especialmente divino, ello se debe a que es la miniatura exacta de la ley que funciona a través de todo el universo. Por ejemplo, si nos estudiamos a nosotros mismos, encontramos que los latidos y el pulso del corazón, la inhalación y exhalación de la respiración, todo ello es resultado de un ritmo. La vida depende del funcionamiento rítmico de todo el mecanismo del cuerpo. La respiración se manifiesta como voz, como palabra, como sonido; y el sonido es continuamente audible, tanto el interior como el exterior. Eso es la música; y ello nos enseña que la música existe tanto dentro como fuera de nosotros.
Para Nietzsche. La música expresa, más que cualquier otro arte, la realidad de la voluntad de poder, ella es aún trágica y melancólica, el fondo de toda vida, pero también un «estimulante de la vida». para mí, todo tiene música en la vida y cada momento, cada persona, cada lugar, tiene su propia melodía. Sólo hay que escuchar, prestar atención y hacer un poco de silencio y, como de forma mágica, poco a poco irá apareciendo el sonido. Al principio es un sonido muy leve, como lejano, pero enseguida el murmullo se convierte en sonido claramente audible y el ritmo se apodera de toda la cabeza.
Con la música pones aquellas imágenes que tú quieres y produces tal cantidad de sustancias químicas que eres capaz de degustar tantas emociones como somos capaces de disfrutar o de padecer.
Todos deberíamos probar a escucharla, a comprobar como el camión urbano suena como una sinfonía de Cristobal Halfter,o como los golpeos al teclado de las computadoras en la oficina suenan realmente como la batería de Gavin Harrison, que al tomar la mano de tu pareja escuchas a Silvio o a Aute en el aire, que un domingo soleado suena a las melodías de Jaime López o José Cruz, que un viernes a las once de la noche Mark Sandman y Danna Calley se refugian en tu mente, que la melancolía suena a ritmo de blues y el violín tiene la fuerza del que sabe su propio destino. Detente un segundo en la plazuela Obregón y escucharás música de King Crimson en las campanadas de cátedral, escucharás la voz de Adrian Belew en las personas que ahí pasan, en los vagabundos que duermen en las banquetas y si lo que realmente quieres es saber de qué trata la poesía y la música, vete a los bares más inhóspitos de la ciudad, quizá ahí encontrarás sentado en alguna esquina a Bukowski compartiendo tragos con Silvestre Revueltas.

jueves, 20 de octubre de 2011

Peter Gabriel: Música para adultos.




 
Era el verano del 2003 cuando visité a mi amigo Pedro Cervantes en su casa; al llegar, observé una especie de reunión solemne de él y otros amigos en torno al televisor, desde que me disponía a entrar a la residencia escuché a lo lejos el sonido de un bajo estridente, guitarras armoniosas, loops, sintetizadores y una batería que colocaba a su vez, ritmos sincopados y claros. Visualmente apareció un tipo calvo con una especie de barba de “candado”, vestido totalmente de negro y cantando dentro de una esfera transparente, gigantesca y luminosa que rebotaba al compás de la música; ¿ de quién se trataba ese personaje?, ni más ni menos que de Peter Gabriel.

Conocí por vez primera el trabajo de Gabriel, cuando siendo yo todavía un niño, mi padre me puso un cassete del álbum Foxtrot de Genesis, álbum que me mostró a una banda con complejidad musical y literaria que llevó a la creación de ese gran himno llamado: Supper´s Ready (considerada por muchos como uno de los grandes himnos del rock).
Pero fue hasta el 2003 cuando conocí  el trabajo como solista de Peter Gabriel (Growing Up) y comencé a buscar como loco los discos anteriores, el primero que encontré fue la banda sonora de la película The Last Temptation of Christ (dirigida por el maestro Martin Scorssese) en donde experimentaba con el Drum-Machine la combinación de elementos étnicos y del Rock; después descubrí, que en sus primeros discos como solista se rehusó a darle un titulo a dichos álbumes, por lo que optó por utilizar su propio nombre para nombrarlos.
El diseño del arte de sus discos fueron creados por los maestros de Hipgnosis ( un colectivo caracterizado por la creación de las portadas de los discos de Pink Floyd, Led Zeppelin, Genesis, entre otros.)  en donde se mostraba la cara de Gabriel tapada o parcialmente oscurecida por alguna forma, usualmente los álbums son diferenciados por el orden de salida (I, II, III, IV) o por sus portadas, como: Car (automóvil), Scracht (Rayón) , Melt (Derretido) y Mask (máscara).

La característica primordial de la obra de Peter Gabriel recae en su capacidad para reinventarse y superar la calidad de cada uno de sus discos, también vale la pena mencionar la enorme “ayuda” que recibe de sus músicos invitados, entre los que destacan: Tony Levin y David Rose.

En octubre de este mismo año salió a la venta su álbum más reciente titulado New Blood que es el acompañante perfecto a su anterior trabajo Scratch My Back del año pasado, si en aquel disco escogía temas ajenos a los que aplicaba unos arreglos orquestales desprovistos de toda parafernalia rock (Sin baterías, sin guitarras) en esta ocasión vuelve la mirada a su propio pasado y aplica la misma medicina a varios temas de su carrera en solitario.

Peter Gabriel será recordado no sólo por su música, sino por esa enorme capacidad de sorprender a quienes lo escuchamos a diario y eso, queridos lectores, es de agradecerse siempre. 



 Descarga de Discografía


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New Blood (2011)
Disc 1

1. The Rythm Of The Heat 5:41
2. Downside Up 3:52
3. San Jacinto 6:58
4. Intruder 5:07
5. Wallflower 6:25
6. In Your Eyes 7:13
7. Mercy Street 5:59
8. Red Rain 5:16
9. Darkness 6:10
10. Don't Give Up 6:40
11. Digging In The Dirt 4:57
12. The Nest That Sailed The Sky 3:54
13. A Quiet Moment 4:48
14. Solsbury Hill 4:35

Disc 2

1. The Rythm Of The Heat (Instrumental) 5:41
2. Downside Up (Instrumental) 3:52
3. San Jacinto (Instrumental) 7:12
4. Intruder (Instrumental) 5:06
5. Wallflower (Instrumental) 6:24
6. In Your Eyes (Instrumental) 7:13
7. Mercy Street (Instrumental) 6:00
8. Red Rain (Instrumental) 5:16
9. Darkness (Instrumental) 6:10
10. Don't Give Up (Instrumental) 6:40
11. Digging In The Dirt (Instrumental) 4:58
12. The Nest That Sailed The Sky (Instrumental) 3:54
13. Blood Of Eden (Bonus Track) 6:05


Descarga del álbum

miércoles, 12 de octubre de 2011

Frank Zappa: “El más grande grano en la limpia piel americana”








Zappa es un personaje con una obra tan interesante y tan amplia que no es necesario esperar a una efeméride (cumpleaños o fallecimiento) como para escribir acerca de él, o para ponerse a escucharlo.

Más allá de la música, su influencia es grande y poderosa, ya que él fue en vida un personaje trasgresor, provocador y letalmente inteligente, que no dudó en ironizar y poner en entredicho las abundantes contradicciones y absurdos de la sociedad contemporánea. Alguna vez se le calificó como “el más grande grano en la limpia piel americana”, y estaba feliz de serlo. Por ejemplo, en la década de los ochenta, se le pudo ver asumiendo la defensa de la libertad de expresión, cuando se planteó, a nivel del Congreso norteamericano, el tema de censurar las letras de los discos de rock. Frank Zappa asumió la vocería de los rockeros en las sesiones donde se analizó el tema, y descargó su implacable sátira sobre los represores. Incluso, más adelante, utilizó grabaciones de dichos debates en algunos de sus discos.

Musicalmente, Zappa siempre quiso estar “en algún lugar” entre lo popular y la llamada música docta. De tal manera, aceptaba influencias que iban desde el blues y el R&B, hasta compositores de la talla de Varese, Stravinski y Boulez. Con éste último incluso grabó un disco (The Perfect Stranger). Trabajó intensamente por elevar el nivel de la ejecución propia y de sus músicos, exigiendo lo mejor de cada uno y privilegiando a aquellos de mejor desempeño profesional y técnico, siempre con una tremenda dosis de sentido del humor.

Evidentemente, en este apretado resumen se quedan afuera muchos y muy importantes aspectos de su obra. Es que es muy difícil poder en poco espacio dar cuenta del total de su producción. Van, entonces, las disculpas.

Ahora bien, si la idea es lograr que Zappa se les aparezca a todos, recomiendo que sea en audífonos o parlantes. Es difícil decidirse por un disco en especial para oír. Son más de cincuenta, y hay tal variedad que sería complicado decir “este es el definitivo”. Quizás un buen intento es con el disco en vivo The Best Band You Never Heard In Your Life, de abril de 1991 donde hay un poco de todo lo mencionado antes: mucha música, humor y acidez crítica. Especialmente notable es la versión ska de Stairway To Heaven, con el solo final de guitarra ejecutado con precisión matemática por la sección de vientos. Allí se le aparece a uno Frank Zappa en pleno, de pie, muy iluminado por los focos, muriendo de la risa mientras el público grita y aplaude a rabiar, pidiendo otra, otra más.



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martes, 27 de septiembre de 2011

Santa Sabina




Iniciaba la década de los noventa y en méxico la escena del rock nacional comenzaba a asentarse luego de haber terminado los ochenta en pleno apogeo, resurgiendo a punta de esfuerzos individuales, recuperación de tradiciones y talento desperdigado. Este boom produjo una camada de bandas que, dos décadas después, siguen ocupando un lugar preponderante en el candelero musical mexicano.

Santa Sabina se formó como las viejas bandas de rock lo hacían: los cuatro miembros se conocieron mientras estudiaban en la universidad. Rita llegaba de Guadalajara para formarse como actriz, mientras Poncho, Pablo y Jacobo ya tocaban en una banda de jazz a la que nombraron Los Psicotrópicos. Sus caminos se juntaron cuando los cuatro trabajaron juntos en la obra “Amerika”, basada en el libro de Franz Kafka. Más adelante, con las ganas de formar un proyecto que fuera exclusivamente de ellos, nace Santa Sabina, una banda que en el nombre homenajea a María Sabina, famosa curandera de Oaxaca. Así como para María Sabina los hongos eran algo sagrado, lo mismo era para Santa Sabina componer buena música.

Pocas son las bandas que hacen honor a su nombre, y Santa Sabina es uno de esos casos. Tal vez fue coincidencia, tal vez no, o tal vez el espíritu de María Sabina se quedó resguardando a la agrupación mexicana muchos años. La música de Santa Sabina se caracteriza por unir varios elementos como ritmos jazzísticos y urbanos, letras fantásticas y presentaciones muy histriónicas para lograr un concepto cuyo misticismo, siempre fue la cara principal. La poderosa voz de Rita atrapó a millones de oídos jóvenes que quedaron impactados por las tonalidades casi operísticas que incorporaba al rock.

Y así la música de Santa Sabina llegó a miles de oídos y a varias generaciones de jóvenes que buscaban música con sustancia. Incansables en el estudio y en los escenarios, la música de Santa Sabina sufrió un alto total y demasiado en seco cuando Rita Guerrero falleció el 11 de marzo de este año a causa del cáncer. En el festival Vive Latino que se llevó a cabo en abril, varios músicos que conocieron y admiraban a Rita le rindieron tributos a ella y, por consecuencia a Santa Sabina. Dejando al público en claro que ésta fue una de las pérdidas más grandes que el rock nacional ha experimentado.



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lunes, 12 de septiembre de 2011

Adrian Belew: El Principe Carmesí


Pocos, escasísimos artistas han forjado su carrera a base de la creación de propuestas sónicas vanguardistas y con una calidad excepcional en cada una de sus presentaciones, me refiero a un músico con más de 30 años de trayectoria artística, que sorprende por su capacidad para enrolarse en proyectos de apariencias diferentes. No hace distinciones entre los tipos de música, sino que establece vasos comunicantes entre el pop comercial y el rock experimental, entre la acústica y la electrónica, entre el empleo normado de la guitarra y su reverso; su nombre, Adrian Belew.
Su primer trabajo de relevancia lo hizo formando parte de la banda de Frank Zappa para el álbum Sheik yerbouti (1979), y acto seguido fue convocado, en rápida sucesión, por David Bowie y Talking Heads: lo más parecido a una entrada por la puerta ancha en los ámbitos musicales de ese período. Si Zappa lo acercó al minucioso rigor interpretativo, con el cantante inglés conoció los secretos de un pop que ensayaba fórmulas de reanimación, mientras la tropa de David Byrne enriqueció su lado lúdico y visceral. De todos modos, el gran salto vino en 1982 al integrar King Crimson, colectivo con el que ha permanecido en sus múltiples reformaciones desde entonces.
Sin desmeritar sus aportes a otros contextos, la labor de Belew en King Crimson reviste singular importancia. Suyo es ese refrescante toque melódico que contrasta con las opresivas atmósferas instrumentales de la banda, a la vez que inyecta dosis de humor en una música que parece regodearse en la claustrofobia. Con el líder Robert Fripp comparte las guitarras, y marca un estilo desarrollado hasta sus más radicales consecuencias en una discografía en constante regeneración. Se trata de guitarristas con personalidades diferentes, donde a Belew le toca subrayar, tal vez, el carácter menos férreo de la música. Tapices sonoros diseñados sobre patrones repetitivos, figuras melódicas complejas y una exuberancia armónica, que aún reserva espacios para las intervenciones individuales. Cada una de las permutaciones del colectivo (incluyendo los temporales ProjeKcts) ha derivado hacia terrenos nuevos, incentivando una búsqueda que toma la complejidad (musical, estética) por bandera. King Crimson es la plataforma donde Belew pone a punto algunas de sus ideas, sobre todo aquellas que exigen interpretar música con crecientes niveles de dificultad. Alternar con instrumentistas como Bill Bruford, Tony Levin, Pat Mastelotto y Trey Gunn le permite medirse en situaciones extremas, en las que, no obstante, sobresale ese rasgo melódico en piezas (“One time”, “Matte Kudasai”) donde su mano se torna notable.

Como autor de canciones tiene una deuda enorme con el mejor pop de los sesenta y en particular con los Beatles. “Walking on air”, “Everything” y “Big blue sun” muestran la decidida influencia que el cuarteto de Liverpool ha ejercido en su obra. Afirma que aprendió tomando como punto de partida ese legado en casi todos los aspectos de la creación musical, desde el proceso de composición hasta la manera de producir los discos. Como nota curiosa hay que apuntar que en su discografía personal aparecen versiones a temas de Beatles, además de estrenar en un concierto de King Crimson la pieza “Free as a bird” justo el día antes de que la famosa Antología de los Beatles saliera al mercado, usando como referente la versión original de Lennon cantando al piano, sin el texto añadido posteriormente por McCartney.

Si tuviera que señalar sus principales atributos como creador, citaría sus combinaciones de humor y rigor, la facilidad para abordar los materiales más extremos, la permanente búsqueda instrumental, su interés por involucrarse en aventuras de apariencia imposible como incentivo para la imaginación, su voz tan peculiar, y ese rejuego textual que conduce del sinsentido zoofílico presente en “Elephant talk”, a su tributo a las víctimas del 11 de septiembre en la canción “Asleep”, la crítica social de “The war in the Gulf between us”, o cuestionamientos de índole personal en “Dinosaur”. Su guitarra es frenética, apasionada, mutante, indisciplinada, sorpresiva, provocadora y dulce: todo a la vez. Le modifica la afinación, emplea distorsionadores, la conjuga con loops, la procesa con múltiples recursos, y también la utiliza en plan acústico, en esa desnudez que es sinónimo de belleza.

Bajo su nombre ha publicado casi una veintena de discos, comenzando con Lone rhino (1982). Entre los más recomendables, aunque muy diferentes unos de otros en la mayoría de las ocasiones, mencionaría a Twang bar king (1983), Mr. Music Head (1989), el imprescindible Inner revolution (1992), Op zop too wah (que en 1996 marcó un primer esfuerzo de responsabilidad totalmente individual), The acoustic Adrian Belew (1993) y su continuación Belewprints (1998), y Side One (2005), a trío con el bajista Les Claypool (Primus) y el baterista Danny Carey (Tool). Sin embargo, una obra como Guitar as orchestra (1995) merece una explicación adicional. Grabada en su estudio casero, nos enfrenta a la pasmosa reproducción, desde la guitarra (como su título lo indica) de la sonoridad propia de una orquesta sinfónica, para un resultado que remite a partituras de la llamada “música contemporánea”. Hay piezas surgidas a partir de improvisaciones, otras llevaron modificaciones posteriores: todas destacan las posibilidades del sistema MIDI, mediante el cual escuchamos sonidos de cuerdas, maderas, metales, piano y hasta percusiones, interpretados con una guitarra eléctrica a través de la tecnología digital.

La música para Adrian Belew es una equilibrada proporción de esfuerzo, diversión y disciplina. Le gusta forzar situaciones hasta alcanzar cierto límite, tras lo cual cambia de dirección; la música lo guía, y rara vez se extravía en atajos sin salida. Mantiene una relación estrecha con la tecnología; usándola con profusión, pero apartándose de ella a cada rato. Del proceso creativo le interesa la inmediatez. No se estanca en un método, y su recurso central es probar todo lo que pasa por su cabeza. Vive y respira por y para la música. Como solista, en King Crimson, o en sus constantes colaboraciones paralelas, Belew hace lo que se espera de un creador comprometido: poner lo mejor de su credo y su talento, cual antídoto de supervivencia en tiempos inciertos para las músicas populares.



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